EL ENCANTO DEL ORDEN ESPACIAL Y LA AMPLITUD DE LA LUZ. 

El arquitecto Héctor Ruiz Velázquez ha proyectado con su inconfundible capacidad espacial y experiencia, un hábitat único y maduro que surge de la transformación en vivienda de unas antiguas oficinas de un edificio emblemático de la Gran Vía, en el centro de Madrid, una caja de sueños.

Una vivienda innovadora inspirada escrupulosamente en el carácter empresarial del propietario y en sus concretas necesidades de funcionalidad, fruto de una actividad constante que unifica vida y profesión la mayoría de las horas del día. La reforma ha supuesto una transformación total del espacio, pero mantiene la esencia industrial y productiva propia de este tipo de habitáculos, al cual ha extraído y maximizado todas las posibilidades de amplitud de toda la planta. Ha realizado esta especial transformación a través de un envolvente contrapuesto de planos blancos y superficies de madera natural, una combinación con la que juega, repite y diferencia en todo el discurso espacial que recorre cada estancia, siempre con una concepción unitaria y de continuidad del espacio.

Con esta espectacular rehabilitación, se ha conseguido una habitabilidad versátil, y compartimentada al milímetro en términos de operatividad, dónde los muros son armarios, los pasillos piscinas, y la chimenea un caleidoscopio de espejos que refleja el fuego y decora con un extremado cuidado la zona principal y con sumo respeto por la funcionalidad, como es habitual en el estudio.

La vivienda se estructura internamente en un circuito cuidadosamente dispuesto donde las estancias se ocultan tras puertas sin marcos que se integran en paneles de madera continuos. El espacio resultante mantiene la privacidad de cada habitación y queda ampliamente conectado por sus pasadizos bañados de luz natural que proviene del interior de los patios de luces del singular edificio, y que se extiende hacia la fachada en la zona principal de la casa.

La reorganización del plano y la distribución de la vivienda se expanden desde el interior hacia la fachada exterior mediante tres ejes centrales o pasillos diferenciados y conectados. Estos conectores están totalmente escenificados y cuidadosamente recubiertos por esos dos envolventes blanco y cálida madera natural, que recubren superficies con dos materiales contrapuestos que conforman el estilo de cobertura que el arquitecto ha escogido para crear este innovador concepto de hogar.

El primer corredor disfruta de la presencia de dos grandes ventanales históricos enmarcados en negro, que rompen la estética y conectan el espacio con sus orígenes y con su continente, llenando de luz la entrada. En ese punto se inicia el recorrido a través de una ligera rampa hasta el enorme espacio principal abierto que conforma el salón, comedor y cocina. Este es el mayor y más importante espacio de la vivienda por decisión expresa del propietario y su estilo de vida. La rampa empieza en tarima, y se convierte en una pequeña piscina longitudinal paralela al muro, con nivel de agua plano lleno de piedras de río blancas que “recoge” el agua de la pared, y que acaba adentrándose en la zona entarimada que lleva al espacio del salón. Allí te da la bienvenida un olivo como metáfora de vida, y una celosía entreabierta que te adentra y a la vez separa a la derecha la cocina.

La zona principal es un espacio continuo que se extiende horizontalmente y paralelo a toda la luz que ofrece la fachada y sus ventanales. En cuya contraposición y alzada en dicha tarima se encuentra la cocina, elevada como en un palco invertido que permite una visibilidad privilegiada, y que se separa con una gran peana de mármol visto en su cara exterior, y en cuyo interior se convierte en un mueble funcional diseñado con la calidez de la madera una contrabarra práctica que permite atender en abierto tanto el comedor como el salón.

Los otros dos ejes que dan forma al circuito interior de la casa juegan también con los dos elementos centrales de toda la decoración interior de la casa y que se combina de forma única y diferente en cada una de las cinco suites que tiene la vivienda. El blanco, limpio, puro y espacioso del mármol crema marfil, y las cálidas franjas de madera que cubren sin fin superficies corridas de paredes, y techos. Esos planos de madera cálidos se modulan para crear cabeceros de cama, armarios o puertas ocultas, además de diferenciar usos que comparten espacios como las zonas de baño integradas a las habitaciones o los vestidores. La iluminación dirigida desde el suelo potencia la escenografía y los efectos tridimensionales rompiendo planos y elevando muros con efectos volátiles nuevos y diferentes.

El dormitorio principal se sitúa en el lado opuesto de la zona del salón comedor, y da a la fachada del edificio. Tiene tres áreas diferenciadas que intercalan entre dos cubos blancos como es el dormitorio y el baño, un vestidor todo construido en madera que reproduce el mismo elemento natural compacto y cálido que se utiliza en todas las demás estancias.

La intención del arquitecto con esto proyecto ha sido modular la conexión entre estancias de una forma innovadora, dando continuidad espacial y funcionalidad al uso, pero manteniendo la privacidad, eso ha sido posible entendiendo y atendiendo perfectamente como se mueve o podrían moverse los actores en este tipo de espacios, buscando la amplitud de movimiento, las sensaciones y la luz.

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