Con más de 30 años de trayectoria, el fotógrafo revela cómo su estilo fiel, intuitivo y narrativo se ha consolidado en un mundo visual saturado y cambiante.

Nando Esteva, más de tres décadas fotografiando arquitectura no solo han afinado su técnica, sino que han transformado por completo su forma de mirar. El fotógrafo, que comenzó su carrera en la era de la diapositiva, recuerda aquellos años como un tiempo de precisión casi quirúrgica. Hoy, gracias a la tecnología digital, su proceso es más libre y experimental, y le ha permitido reinventarse sin perder su esencia: “Ahora tengo una forma de mirar más abierta y flexible, con ángulos que antes ni imaginaba”.

En un panorama donde la imagen arquitectónica se multiplica a diario, su secreto para mantener una voz propia es la fidelidad a su estilo y a una exigencia personal inquebrantable: “Primero busco un resultado excelente para mí, y luego pienso en el cliente”. Esta coherencia, asegura, es lo que le ha permitido construir una mirada reconocible y honesta a lo largo del tiempo.

Ese equilibrio entre fidelidad documental y expresión artística se basa, para él, en la intuición: la técnica acompaña, pero no lidera. Su objetivo es siempre doble: ser fiel al espacio y, al mismo tiempo, generar una imagen con alma, poética, que emocione. “Me dejo llevar por lo que me enamora de cada escena”, dice.

Su enfoque cinematográfico queda claro cuando habla de la luz como elemento narrativo. Ya sea en interiores o exteriores, cada proyecto lo vive como si estuviera filmando una película. Crea un «raccord» visual entre las tomas y organiza las imágenes como una secuencia narrativa, que presenta al cliente en forma de storytelling visual.

Sorprendentemente, más de la mitad de su trabajo es espontáneo. “Me gusta improvisar y volver a pasar por los mismos lugares. Siempre hay algo que cambia”. Esa apertura a lo inesperado se ha convertido en una parte esencial de su identidad visual. Lejos de evitar la imperfección, la abraza como fuente de autenticidad.

En los últimos años, su colaboración con marcas como Fujifilm ha consolidado aún más su lenguaje visual. “Me permite unificar foto y vídeo con agilidad y coherencia estética”, explica. Una herramienta, asegura, debe adaptarse a la mirada del fotógrafo, no al revés.

Como jurado del X-PACE Photo Contest de Cosentino y Fujifilm, tiene claro qué busca en una fotografía ganadora: una imagen técnicamente impecable, sí, pero sobre todo que transmita, que emocione y que deje huella. “Una buena foto es bonita. Una gran foto cuenta algo”.

Con el paso del tiempo, su mirada se ha afinado, pero su esencia permanece intacta: narrar la arquitectura no como documento, sino como experiencia visual viva. Una forma de contar historias a través del espacio y la luz.