Desde su época de estudios de Arte en la Universidad, Lorenzo Castillo, siempre tuvo especial interés por la historia de Madrid y de su arquitectura, y muy especialmente de la arquitectura nobiliaria y aristocrática, ya que esta había desaparecido en gran parte por la especulación de mediados del siglo XX. Por tanto, era raro encontrar en Madrid ejemplos como el Palacio de los Duques de Santo Mauro aún en pie. Esto supuso una oportunidad para Lorenzo de poder decorar este único y magnífico ejemplo de palacio francés estilo Luis XVI poniendo en práctica un sueño de cómo recuperar el esplendor de lo que habrían sido sus interiores, adaptados, eso sí, a la vida y usos modernos de un hotel de lujo del siglo XXI.

   

Santo Mauro es único, y por esa influencia tan francesa en un momento en que en Madrid estaba más de moda un estilo ecléctico de inspiración regionalista, como el neobarroco, el neorrenacimiento o los estilos exóticos mudéjares, árabes, resultado de la propia historia de España.

Pero este palacio es más elegante, tanto en formas arquitectónicas como ornamentales: utiliza las cubiertas inclinadas de Mansart con ojos de buey, al juego de piedra y ladrillo tan versallesco Luis XIII, o el cour o patio de carruajes de entrada tan de moda en los hotel particulier de París.
Su distribución interior es la clásica de los palacios nobiliarios de la época, con un gran hall que distribuye comedor, gran salón, saletas y gabinetes y biblioteca.

 

En su proyecto, Castillo quiso enfatizar la diferencia de estos espacios con una marcada distinción en la decoración, tal como ocurría en la época, y dando un carácter o personalidad a cada espacio. Alguno de ellos, además y fruto de las modas del momento, podían tener influencias exóticas, como nos ocurre en la saleta hoy conocida como Salón Chino. Por eso, en este salón concebió una mezcla de todas las influencias orientales mezcladas entre sí, tanto en estampados como revestimientos de paredes, con figuras chinas sobre fondos de nácar y espejo.

El mobiliario mezcla tanto piezas originales chinas, como la magnífica pareja de armarios de laca Coromandel Dinastía Qing, como los apliques de piñas de vidrio de Murano del Casino de Antibes años 30, con otras diseñadas por Lorenzo Castillo con inspiración oriental, así las mesas de laca y mármol haciendo un chinese scroll tan característico.

   
La gran lámpara central añadida recientemente es una gran pieza, de enorme calidad, de bronce y cristal estilo Napoleon III y procedente del palacio de Eugenia de Montijo. El gran salón central, como si fuera el corazón del palacio, se decoró con la mayor opulencia, usando el característico color rojo sang de boeuf, típico de la decoración francesa barroca Luis XIV.

Y los muebles siguen ese estilo, con los sofás Knole originarios de la Inglaterra georgiana, y tapizados con el Punto de Hungría de terciopelo, que es uno de los tejidos más sofisticados del palacio. Sobre ese fondo rojo puro sólo algunas manchas azules, como los magníficos jarrones chinos Blue Canton de la chimenea ayudan a refrescar.
La biblioteca original del palacio, enteramente realizada en roble francés, y de estilo Luis XV, se modernizó con una iluminación más cálida, rosa empolvado, también muy propio de la época prerrevolucionaria.

   

Se diseñó para este espacio un mobilario más anglosajón, ya que era también típico de las grandes casas francesas tener un espacio al modo inglés Regency. Por esto el centro del espacio lo ocupa un Back to Back sofá de terciopelo verde, y las sillas usadas para su nuevo carácter de comedor son un modelo de la famosa Maison.

Jansen que decoró el palacio de los Duques de Windsor en el Bois de Boulogne, y tapizadas con una tela bordada con cabezas de zorro, homenaje al campo de Norfolk, y las famosas realas de la familia real.

El bar es un salto en el tiempo y como ocurría en estas casas muchas veces, la moda imperante en el momento dejaba su huella. Por eso quise darle ese toque Art Deco neoyorquino, como si la familia de la casa hubiera deseado modernizarse, y decorar junto a la biblioteca un espacio para bar, y en su momento algo muy habitual, fumador para los caballeros. Por eso el estilo es masculino, con espejos de roble, latón y ébano que cubren las paredes en su totalidad y crean un juego de reflejo de luces mágico.

   

El cuero azul y las bancadas de terciopelo y apliques de latón rematan este ambiente relajado para conversaciones frívolas.

Las nuevas suites reflejan también esta mezcla de influencias tan características del siglo XIX, época de viajes, descubrimientos y alardes, tanto estéticos como técnicos. Así, a cada una quise darle una marcada personalidad, que es única y no se repite en ninguna más del palacio. La suite de terciopelo es quizás la principal, habría sido la de los duques en época del palacio particular, y por ello quise que tuviera un claro y marcado estilo francés dieciochesco.

La gran cama con dosel a la duchesse utiliza tanto el terciopelo color albaricoque como una seda bordada en turquesa con flores y ramas que sigue el del gabinete de Maria Antonieta en el Petit Trianon.
El mobiliario y los grabados de las paredes enmarcados son del siglo XVIII y franceses, en materiales muy ricos, caoba, palo de violeta y palisandro, con bronces y sobres de mármol.

Las butacas de estilo Luis XV del XVIII lacadas en marfil se mezclan con muebles más confortables como grandes sofás de terciopelo con pasamanería.

   

La suite japonesa, por la seda bordada que cubre sus paredes y que reproduce una laca de dinastía Meiji, tiene una cama con dosel o baldaquín a la polonaise y también se completa con importantes piezas de mobiliario Luis XV y Luis XVI. Sólo el espejo sobre la chimenea es italiano florentino del XVIII de madera dorada.
Y, por supuesto, y en época de la Reina Victoria y Prince Albert, no podía faltar un homenaje al Imperio en la India, y así se concibe la Suite Palampore.

Por su tapicería, que reproduce el característico Árbol de la Vida, típico en la Corte de los Mughal, y que eran unos tejidos realizados en India en el XVIII y XIX, estampados y teñidos a mano, y que sólo las clases más pudientes de Europa podían adquirir, por lo cual se convirtieron en el ejemplo más refinado tanto de moda, a modo de chales, como de decoración.

   

No solo salones y suites han sido tan cuidadas en Santo Mauro, sino que incluso en corredores y descansillos de la escalera principal encontramos ejemplos de mobiliario de época y grabados del XVIII .
Y destaca sobre todo el gran óleo con la vista de Madrid durante el reinado de Felipe V, muy a principios del XVIII, copia directa del original que se encuentra en la Colección Alba en Liria, y la gran escultura del Efebo de Delfos, de la Real Academia de San Fernando, copia del que vino de la colección de Cristina de Suecia en época de Felipe IV, y ahora ocupa el nicho antes vacío, de la escalera principal.

   

Fotos realizadas por @nachoalegre, @dd_pohotography, DD y cedidas por el Hotel Santo Mauro.

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