RAMÓN ESTEVE
Fotos: Mariela Apolonio, Alfonso Calza y Mayte Piera (Proyectos). Alfonso Calza (Ramón Esteve)Texto: Olaya Bodelón
“Para mí, la libertad es lo más interesante de un proyecto. Cuanta más libertad tengo, con menos recursos consigo mejores resultados”
Su estudio se encuentra en uno de los barrios con más tradición de la ciudad de Valencia. Tras sus muros de piedra se esconde un laboratorio donde fluyen ideas que se construyen para todo el mundo.
Ramón Esteve se desplaza por la gran sala de la primera planta. Todo es de color blanco. Se detiene por las mesas para hablar con sus colaboradores. Él mismo lo reconoce: “Me gusta llegar muy al detalle en los proyectos y estoy muy encima de estos”. En su estudio conviven arquitectos y diseñadores, lo que le ayuda a poder generar propuestas 360º. “Aquí se aprende mucho, porque no es un estudio muy grande, con lo cual estás pendiente de todo el proceso: desde cómo se habla con un cliente hasta cómo se entrega una obra”.
Al fondo de la estancia se encuentra su despacho. El blanco cobra color en la pared de la estantería. En ella se pueden ver libros de los grandes de la historia de la arquitectura. Ramón Esteve conoce a fondo sus obras, pero también conoce las tendencias, aunque se abstrae de todas ellas para crear. “Cuando tengo que empezar algo muy grande, me pongo una buena música contemporánea que me condicione la actitud de proyectar”, explica.
1991-2019. Su estudio ha cumplido la mayoría de edad, ¿cómo ha evolucionado la obra de Ramón Esteve?
Evoluciona, lógicamente, como evoluciona la vida. Vida y obra van unidas, lo que ha hecho es ir madurando. Me gusta la idea de madurar, pero sin perder frescura, digamos que ese es el objetivo.
Hábleme de sus primeros proyectos, de sus inicios.
Estudié en Madrid, y antes de acabar la carrera empecé con unas propuestas para Kodak. La arquitectura oficial no me interesaba demasiado y no tuve claro con qué estudio trabajar. Sin embargo, tuve la suerte de contar con algún pequeño trabajo. Fui convirtiendo casi cualquier encargo en una oportunidad.
Nosotros, los arquitectos, como decía Oiza, damos liebre por gato. Siempre te piden una cosa sin mucha ambición y la ambición se la pones tú. Con esa actitud, las posibilidades iban poco a poco siendo mayores y me salían proyectos de mayor magnitud.
Además, ese momento coincidió con una crisis de la arquitectura en la que fueron emergiendo todos los grandes estudios que ahora conocemos y que, en aquel momento, estaban solo latentes.
De todos los trabajos que ha realizado, ¿cuál le ha supuesto un mayor reto?
En casi todos los proyectos doy un paso adelante. Cuando un proyecto no tiene eso, me aburre, aunque como negocio no es muy interesante. Lo fácil es coger una fórmula y repetirla, pero va en contra de mis principios.
Hay proyectos en los que das un pequeño salto, como en Sardinera o La Finca. En cambio, en Bombas Gens o el Centro de Investigación Príncipe Felipe he logrado un salto cualitativo brutal.
“Lugares donde apetece vivir” es el sello de Ramón Esteve, ¿cómo es su estudio?
Mi equipo reproduce las inquietudes que tengo. Ha ido creciendo y la verdad es que ahora estamos en una dimensión y una escala en la que hay una representación de cada una de esas líneas. Cuento con los profesionales necesarios para llegar a ese nivel de detalle y desarrollo, por eso puedo hacer proyectos muy ambiciosos. Ese trabajo resumido en “apetece vivir” se traduce en la empatía con el espacio, en que este proporcione algo más que una protección física.
Esa idea de cohesión es el resultado de la transversalidad. En cualquier disciplina, la inspiración es lo que hace que puedas aportar algo de forma tangencial, desde otros universos, y que se produzcan filtraciones. De ahí la iniciativa de crear un estudio multidisciplinar, por esa concepción poliédrica de lo que tiene que ver con el diseño en líneas generales.
“No solo los arquitectos importantes hacen grande una ciudad. Cuando la arquitectura anónima es buena, hay cultura arquitectónica”
Entre sus obras nos encontramos con arquitectura civil y residencial, con lugares de trabajo e incluso con la intervención de edificios históricos para su adaptación a nuevos usos, ¿con cuáles prefiere trabajar?
Me gusta trabajar con aquellos en los que tenga libertad y confianza, yo creo que ese es el reto, el tamaño me da igual. Aunque obviamente la dimensión de un edificio grande, por su escala, envergadura y dominio técnico, supone un desafío. En estos casos cuentas con más ayuda de técnicos, es una labor más de coordinación. En cambio, en los proyectos más pequeños estás tú solo, y por eso son más difíciles.
Pero para mí la libertad es lo más interesante de un proyecto, es el punto de corte. Cuanta más libertad tengo, con menos recursos consigo mejores. Es una máxima. Las incursiones y la contaminación no hacen que una propuesta se desvirtúe, pero sí que pierda un poco la fuerza.
¿Qué tienen en común este tipo de proyectos desarrollados en diferentes ámbitos?
Alguien dijo que todos los edificios son una casa, por eso yo hablo mucho de casas. No hago tantas, pero todas acaban teniendo mucha trascendencia. Al final lo planteo igual: un lugar donde se debe habitar. Cada programa tiene unos parámetros distintos, en unos la parte emocional tiene un mayor peso; y en otros, menos.
Es fundamental que un hospital funcione bien como maquinaria, pero también que el espacio resulte humano y tenga calidad. Para mí es muy interesante ir combinando zonas de ocio con zonas técnicas, como oficinas, áreas sanitarias o culturales.
Usted ha trabajado como docente, ¿qué cualidades cree que debe tener una joven promesa?
Le Corbusier dijo: “Lo importante de un profesor es trasmitir el entusiasmo por la arquitectura”, que es lo que he intentado hacer. Yo creo que una persona joven que está formándose es un diamante en bruto. Tiene que tener talento, aunque no es lo más importante. Con ilusión y tesón se puede llegar a hacer algo interesantísimo.
¿Cómo definiría en la actualidad el concepto de arquitectura unido al diseño de interior?
Yo lo adquirí durante mi etapa universitaria como arquitecto de edificios. Por la dimensión de mis primeros encargos empecé haciendo interiorismo y se me clasificó como interiorista.
A pesar de ello, ahora hago hospitales y edificios enormes. Es verdad que le doy mucha importancia al detalle. La clasificación disciplinar es corporativa, pero para mí no hay diferencia entre un buen interiorismo y una buena arquitectura. El interiorismo es la parte final de la arquitectura y es muy reciente, la arquitectura, como disciplina académica, tiene dos siglos y el diseño industrial en España tiene 50 años.
Ahora estamos dando por hecho divisiones profesionales que son recientes. Los títulos y la formación académica ayudan, pero a partir de ahí es un tema personal. Con una base técnica de arquitecto, de interiorista o de diseñador industrial puedes hacer muchas cosas, no solo ejercer de lo tuyo.
Usted es arquitecto, pero también diseñador e interiorista, ¿con qué rol se siente más cómodo?
Lo que intento es conectarlo todo desde el principio para que apenas haya diferencia, busco la continuidad como planteamiento. Me gusta trabajar con una visión 360º, que es lo importante.
¿Se considera una persona de ideas fáciles? Es decir, ¿fluyen de forma natural o vienen marcadas por algo?
Como decía Picasso: “La inspiración te viene trabajando”. Como en arquitectura los procesos son muy largos, a veces se empieza sin tener una idea de partida y trabajando va saliendo. En cambio, el diseño de producto es muy complicado. Muchas veces hemos tenido que renunciar a un proyecto porque no tenemos un planteamiento. Hay mucho de idea feliz, de repente te surge una muy potente y ya sabes lo que buscas.
El diseño industrial tiene el problema del filtro de la venta y de la producción. Con lo cual, o el producto de entrada tiene muchísima fuerza o no lo presento. Pocas veces me han rechazado uno, porque cuando voy a una empresa a presentarlo estoy convencido de ello. Casi todos han sido un éxito.
“Me gusta seguir a la gente que hace cosas distintas a las que hago. Mi trabajo puede estar más en la línea de Peter Zumthor o Chipperfield, pero me interesan mucho más Herzog, Rem Koolhaas o Bjarke Ingels”
“En el Refugio de la Viña, todos los muebles que no he diseñado son piezas icónicas del diseño español entre 1930 y 1960”
“Es un proyecto al que he trasladado la idea de diseño de objeto industrial, de detalle, de síntesis y de simplicidad. He llevado al límite toda la filosofía de relación con el paisaje, lo que he conseguido en muy pocas ocasiones. Es un manifiesto de cómo veo la arquitectura y el diseño”
¿Qué le lleva a aceptar un trabajo?
Hasta hace poco casi hemos cogido todo lo que ha venido, pero ahora estoy algo más cansado, y hay trabajos que vamos a pensar si los aceptamos. La gente que viene con dudas no nos interesa, necesito que haya una empatía.
¿A qué diría que no Ramón Esteve?
Diría que no a un trabajo de oficio que pudiera hacer cualquiera. Yo quiero que la gente me busque porque le gusta mi línea.
¿Cuánto hay de usted y cuánto hay de sus clientes en sus trabajos?
100% de ambos, porque me gusta escuchar al cliente. Por ello, antes de enseñar una propuesta, mantenemos muchas reuniones. Para mí es fundamental la afinidad, porque voy a hacerle su casa a mi manera, y es ahí donde estamos los dos.
Cuando voy a una vivienda que lleva muchos años hecha y está igual, es porque el usuario está completamente identificado con ella. La identidad es un tema que manejo. Yo escucho, pero al final tengo que decidir la forma. Cuando un proyecto ya está terminado es de otro, pero mientras tanto es tuyo.
¿Qué le gustaría hacer que todavía no haya hecho?
Ahora estamos inmersos en una obra que es uno de mis sueños. Estamos creando un pequeño pueblo con 90 viviendas, una marina, un centro comercial y una mezquita en un paraje natural en Abu Dabi. Estamos ante un proyecto 360º.
También me apetecería algo en altura, pero no en el sentido de un edificio, de coger una planta y multiplicarla. Me interesa la idea de una ciudad en vertical, de una complejidad mayor.
¿Dónde busca la inspiración Ramón Esteve?
Me gusta ver lo que está pasando, las tendencias. Creo que hay que conocerlas y apartarlas en el momento de producir para que no te influyan demasiado. De lo contrario, acabas perdiendo la identidad.
¿Quiénes son sus referentes en el sector a nivel nacional e internacional?
Me ha inspirado muchísimo la historia, los grandes arquitectos de la época heroica y del Movimiento Moderno: Le Corbusier, Mies Van der Rohe… con ellos uno tiene material para hacer muchas cosas. Pero también cuando veo interiorismo me surgen muchas ideas para mis proyectos de arquitectura y al revés. Esto me sucede con Tom Dixon y Peter Zumthor. Ver esa interacción entre todas las escalas me parece interesante.
¿Existen las tendencias?
Antes mandaban las escuelas: la inglesa, la italiana o la nórdica. Hoy la interacción real son las redes, la cultura global es un hecho. Ahora puedes tener una afinidad con un japonés y no tenerla con el vecino de al lado. La identidad del lugar se ha ido desdibujando, para bien o para mal. La cultura universal que defendía la Ilustración se ha alcanzado ahora.
¿Cuáles son las ciudades con más peso arquitectónico?
Barcelona, Ámsterdam y Copenhague. No solo los arquitectos importantes hacen grande una ciudad. Cuando la arquitectura anónima es buena, hay cultura arquitectónica.
Londres es maravillosa, no hay casi nada allí que no esté diseñado con una identidad: papeleras, semáforos, autobuses… París y Ámsterdam también la tienen.
¿Una pieza icónica de mobiliario?
Me muevo por momentos. Me gustaban mucho los Eames. He mirado mucho a Jacobsen, porque hacía unas piezas maravillosas. También sigo a los nórdicos de los 50 y 60 y a los italianos de esa misma época, casi todos son arquitectos.
¿Quiénes son sus referentes en iluminación?
Tom Dixon me gusta mucho. Sin embargo, sigo a la gente que hace cosas distintas a las que hago. Mi trabajo puede estar más en la línea de Peter Zumthor o Chipperfield, pero me interesan mucho más Herzog, Rem Koolhaas o Bjarke Ingels. En diseño me pasa lo mismo. Cittero puede estar más en la onda de lo que hago, pero los más alocados me interesan más.
Ser diferente es relativamente sencillo, pero ir más allá cuesta. ¿Qué ha supuesto para usted que le hayan galardonado con diferentes premios a lo largo de su trayectoria profesional, el último el IF-Design Award?
Conseguir que tenga identidad una marca, un producto o un diseñador es muy difícil, porque no hay mucha producción con identidad y no reconocible. Puede que con algunas piezas lo haya conseguido.
Empezar de cero es siempre muy difícil. Realmente cuando llevas algunos años empiezan a darte premios. Estos lo que hacen es ratificar que no estabas equivocado, y que el camino elegido era el correcto.